Aún recuerdo la lluviosa tarde de verano temiendo salir al patio no por la mojada si no porque varias veces vi los pinos quemados y partidos a la mitad aún con la resina escurriendo cual sangre pegajosa de árbol.
Mi miedo fue en crescendo cuando oí decir que la mula propiedad de Don Cuco Manzano fue partida por un rayo. Imaginé al animalito pastando por el campo, bajo la cálida lluvia de verano y de repente exterminado por la furia eléctrica del cielo.
Parada en la puerta observaba el desfile de serpientes que abandonaban las madrigueras invadidas por las gruesas gotas de agua que luego se convirtieron en arroyos. Fui a buscar un peine y volví a parame en la puerta cepillando mi largo cabello sin dejar de ver la lluvia, mi abuelita dijo que dejara de hacerlo pues aquella actividad atraía los rayos.
Me alejé de la puerta para refugiarme en un duro sillón colocado junto a la ventana que daba al jardín. Aburrida me senté a observar tras el cristal empañado, desde ese ángulo la vista panorámica no era muy espectacular, solo miraba las rosas, los geranios y las margaritas totalmente inundados. ¿Qué más podía hacer una niña de siete años en un día lluvioso?
No sé cómo llegó a mis manos una biblia ilustrada para niños que me atrevo a decir hojeada muchas veces pero jamás leída, comencé por el génesis y me asombré al enterarme que Dios creó el mundo en seis días y al séptimo descansó.
Capciosamente pregunté a mi abuelita como fue que Dios hizo el mundo y me decepcionó el hecho de que siendo maestra de catecismo ignorara la respuesta, yo deseaba que lo supiera para que pudiéramos hablar a cerca de mi descubrimiento, entonces me volví al libro para terminar de leer la historia de Moisés sin desatender lo que ocurría con la lluvia a través de la ventana.
Hola, me encanta.
ResponderEliminarTu forma de redactar, el vocabulario y la historia me parecen muy familiares...